Hipoacusia es el término que define una pérdida auditiva, esta puede ser de forma parcial o total, puede afectar a uno o ambos oídos, se pueden generar por diversas causas, tales como: herencia, otitis, enfermedades del tracto respiratorio superior, infecciones y traumatismos; entre otros, además de afectar a una o varias partes del oído, ya sea a nivel externo, medio o interno.
La pérdida auditiva en un niño puede ser detectada al nacer a través de pruebas específicas. Sin embargo, al pasar los meses, nos podemos dar cuenta de diversos signos de alarma que como padres podemos observar, como:
- No existe respuesta del niño cuando se encuentra frente a un ruido fuerte: no se despierta, no parpadea o no mueve sus brazos, entre otras reacciones.
- El niño no se tranquiliza con la voz de su madre.
- Emite balbuceo, pero no juega con ellos y luego desaparecen.
- No balbucea para llamar la atención de un adulto.
- No gira su cabeza cuando se le llama o cuando uno de los padres habla.
- No responde a su nombre
- No nombra objetos
- Se concentra en tus labios cuando le estas hablando.
- No responde a una instrucción como “dame”
- No nombra a sus padres
- No presta atención a cuentos.
Si observamos estos signos de alarma, debemos acudir a una evaluación de un médico pediatra y luego solicitar una interconsulta a una evaluación audiológica, el cual estará a cargo de médicos otorrinolaringólogo, tecnólogos médicos y fonoaudiólogos; los cuales en conjunto realizarán pruebas objetivas y subjetivas, para poder así determinar un diagnóstico y elaborar un posterior plan de trabajo en conjunto.
En estos casos es imprescindible contar con una detección temprana, para a través de un diagnóstico acertado y el posterior tratamiento, diseñado por los profesionales del área, poder minimizar alteraciones a futuro.